Cuando estaba pequeña
había en nuestro cuarto un pequeño cuadro de una niña que llevaba unas botas
rojas hasta la rodilla.
Mi hermana de 5 años se enamoró perdidamente de esas
botas y le pidió a mis papás que le compraran unas. Finalmente, mis padres
llegaron con las tan esperadas botas rojas. Solo había un pequeño detalle: eran
unas botas ortopédicas.
Sin quejarse, mi hermana vio esas botas con decepción e
hizo todo lo posible para poder deshacerse de ellas. Cada vez que se subía a la
rueda del parque, giraba sus pies de tal manera que pudiera rayarlas: primero
un lado y luego el otro, pero eran bastante resistentes; así que tuvo que usar
sus botas ortopédicas mientras fue necesario. Ya han pasado muchos años desde
entonces y nos reímos de esa experiencia, especialmente porque si no hubiese
sido por esas “no deseadas ni esperadas botas”, no podría usar zapatos de tacón
alto (entre otras cosas). Las botas de mi hermana no eran brillantes ni
bonitas, pero era lo que necesitaba en ese momento.
Tal como mi hermana, algunas veces oramos y pedimos a nuestro
Padre Celestial algo que anhelamos desde el fondo de nuestro corazón y Él nos
responde de una manera inesperada: pedimos botas rojas y recibimos botas
ortopédicas. Quizás nos decepcionamos y no entendemos cómo es posible que un
Padre amoroso no nos conceda un deseo justo o necesario. Sin embargo, como dice
el Elder David A. Bednar, “a menudo recibimos bendiciones
significativas pero sutiles que no siempre son lo que esperamos, y que
fácilmente se pueden pasar por alto (…) Los jóvenes guerreros del Libro de Mormón (véase Alma
53; 56–58) oraron fervientemente para que Dios los fortaleciera y los
librara de las manos de sus enemigos. Curiosamente, la respuesta a esas
oraciones no produjo más armas ni tropas más numerosas. En su lugar, Dios
concedió a esos fieles guerreros la certeza de que Él los libraría, paz a sus
almas, y una gran fe y esperanza en Él para su liberación (véase Alma
58:11). Por lo tanto, los hijos de Helamán cobraron ánimo, tuvieron
la determinación fija de vencer y avanzaron con todas sus fuerzas contra los
lamanitas (véase Alma
58:12–13). En un principio, la seguridad, paz, fe y esperanza parecían
no ser las bendiciones que los guerreros en la batalla querían, pero esas eran
precisamente las bendiciones que esos valientes jóvenes necesitaban para seguir
adelante y prevalecer, tanto física como espiritualmente.
“A veces, es posible que le pidamos a Dios tener
éxito y Él nos dé fortaleza física y mental. Quizás supliquemos por prosperidad
y recibamos una perspectiva más amplia y más paciencia; o pidamos ser mejores y
se nos bendiga con el don de la gracia. Él puede concedernos convicción y
confianza al esforzarnos por alcanzar metas dignas; y cuando suplicamos alivio
por las dificultades físicas, mentales y espirituales, quizás Él aumente
nuestra resolución y capacidad de recuperación.” (David A. Bednar: Las ventanas
de los cielos, Liahona noviembre 2013)
En algunas
ocasiones he pedido botas rojas y he recibido botas ortopédicas, pero hay algo
interesante en cuanto a ellas: están hechas a la medida para corregir, para ayudar y,
aunque algunas veces no lo parezca, hacer la vida mejor para quien las usa.
Quizás sea incómodo al principio, pero mientras más se usen, más rápido se
corregirá el problema, y con el tiempo, estaremos agradecidos por ese Padre
amoroso que supo lo que necesitábamos a fin de convertirnos en las personas que
Él sabía que podíamos llegar a ser.
Creo que, aunque mis padres lo hubieran intentado, difícilmente mi
hermana de 5 años habría comprendido por qué debía usar esas botas en lugar de
las que ella deseaba. De la misma manera, nosotros “[somos] niños pequeños y
todavía no [hemos]entendido cuán grandes bendiciones el Padre tiene en sus
propias manos y ha preparado para [nosotros]” (Doctrina y Convenios 78:17);
necesitamos creer que “él tiene toda sabiduría y todo poder, tanto en el cielo
como en la tierra; [creer] que el hombre no comprende todas las cosas que el
Señor puede comprender” (Mosíah 4:9). Entonces, si confiamos en nuestro Padre Celestial y “a medida que estemos espiritualmente atentos y seamos
perceptivos” dice Elder Bednar, “seremos bendecidos con
ojos que vean más claramente,
oídos que escuchen más
consistentemente y
corazones que comprendan más
plenamente
el significado y la sutileza de Sus caminos, Sus pensamientos y
Sus bendiciones en nuestra vida.” (David A.
Bednar: Las ventanas de los cielos, Liahona noviembre 2013)
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